Gràcies a la familia Forcadell Gaona de Morelia (Michoacán-Mèxic): Núria, Pilar i Inés.

dijous, 24 de març del 2011

Frente de Aragón

Momentos de verdadera emoción son aquellos en que inconciente uno, de los peligros de vas a correr, está contento y se anima, y disfruta de una verdadera alegría, porque sabe que va en busca de aventuras y sufrimientos los cuales solamente los ha vívido sentado en una butaca y a la luz de brillante lumbre hogareña.

Milicianos partiendo hacia el frente de Aragón

Si la mayoría de los participantes en la guerra civil española hubieran sabido de antemano lo criminal y horrendo que ésta fue, estoy mas de convencido que miles de ellos primero se hubieran suicidado que no afrontar las mil vicisitudes que tiene que afrontar uno en cualquier guerra armada, pero el desconocer toda esta serie de cosas le obligan a uno a sentirse un héroe, cuando en realidad no es más que un pobre juguete de unos políticos sin escrúpulos.

Eran las 10 de la noche, cuando en un tren militar salía hacia el frente de Aragón toda mi brigada. Los momentos no podían ser de más animación pues por todas las estaciones del trayecto miles de personas salían a aclamarnos, familias que despedían a sus hijos, mujeres que lloraban la separación del marido, hermanas que despedían al hermano en un abrazo fraterna, quizás el último de la vida.

El tren se  iba deslizando paulatinamente llevando encima miles de vidas jóvenes que tarde o temprano la muerte acabaría con la mitad de ellos en los fatídicos campos de batalla. Poco sabíamos nosotros el peligro que corríamos, pero la Patria, nuestro Gobierno, nos necesitaba y todo sacrificio era poco para salvarla. Llegamos el día 20 de julio a la población de Caspe, una de las poblaciones de la provincia de Zaragoza donde había sido teatro de sangrientas luchas. El convoy quedó allí parado por espacio de tres horas, hasta que una vez la máquina se aprovisionó de combustible, y seguimos nuevamente nuestra ruta marcada por el mando militar.

A las 10 de la noche del día siguiente de nuestra salida, llegamos a la Azaila, punto de destino, sitio donde los diferentes batallones de la Brigada se irían distribuyendo a los diferentes lugares marcados de antemano por el mando. El batallón mío se le asignó el pueblo de Sástago y allí estuvimos acantonados por espacio de dos días hasta que una orden superior ordenaba que todos los mandos tanto políticos como militares, hicieran entrega de sus tropas pertenecientes a la 140 Brigada Mixta y que se hicieran cargo de ellas los mandos de la 137 Brigada acantonada también en el mismo lugar, ordenando al mismo tiempo que todos los mandos de la 140 Brigada salieran inmediatamente para tarragona donde tendrían que organizar de nuevo otra vez la brigada con nuevo elementos llamados a filas por el Gobierno.

El día 27 de agosto  salíamos de Sástago en dirección a Tarragona llegando a ésta capital el dia 28 a las 3 de la tarde, a mi Batallón se le asignó para organizarse el pueblo de Montblanc de la provincia de Tarragona y allí quedamos acantonados esperando la incorporación de los nuevos reclutas.

En Barcelona funcionaba la Escuela Superior de Comisarios de Guerra instalada en Sarriá, dicha escuela era para capacitar en arte militar a todos los comisarios nombrados por el Gobierno, donde se les enseñaba táctica militar, topografía, y varias cosas más.

No habiendo o todavía, pasado por ella, llegando a Montblanc, se me ordenó por el Comisario de mi Brigada, que me trasladara a Tarragona donde allí me extenderían el pasaporte para que me trasladara a la Escuela de Comisarios y de esta forma el día 1 de septiembre de 1937 llegaba a la capital catalana, donde tenia tiempo de poder estar con mis familiares hasta el día 2 que era cuando definitivamente entraba en la escuela.

Ocho días duraron los cursos los cuales fueron bastante provechosos para mi puesto que  desconocía por completo el arte de la guerra, más a pesar del  poco tiempo que en ella estuve, aproveché lo bastante para saber como tenía que portarme en combate y la manera de saber defender las tropas que se me habían asignado así como también la manera de defender una posición.

Regresé a Tarragona, donde allí se me asignaron dos días de permiso los cuales los pasé en compañía de mi familia, los cuales ya me creían en el frente de batalla, motivo por lo cual la alegría de mis familiares fue inmensa cuando me vieron junto a ellos. Pasados estos dos días regresé de nuevo a Montblanc, donde seguía allí mi batallón dispuesto ya marchar de nuevo cuando lo ordenara el mando pues ya todos sus cuadros habían sido organizados todos.

No tardó en llegar la orden esperada y el día 25 de septiembre salíamos de Monblanc en dirección a Tarragona, donde allí nos esperaban los demás batallones de la Brigada para marchar juntos hacía el frente de combate. Esta vez tenia que ser definitivamente.


Francesc Roca Matamoros
Huetamo, Michoacán, 23 de marzo de 1940

dissabte, 19 de març del 2011

Primer bombardeo de Tarragona

Descrito ya cual la misión del comisario de Guerra seguiré con lo que hace poco venía reseñando. Mi unidad a la cual había sido designado se encontraba acuartelada en el Cuartel del Seminario y el día 14 de julio 1937, en presencia de todos lo soldados que componían mi compañía, el Capitán de la misma, Juan Lladó Estilar, me daba posesión de mi cargo, prometiendo solemnemente cumplir y hacer cumplir las órdenes de nuestro Supremo Gobierno.

En la compañía, que ha partir de éste momento quedaba a mi mando, se encontraban alistados 4 soldados de mi misma localidad, y entre ellos mi cuñado Agustín Forcadell Morá y mi Primo Joaquín Roca Ferré, el primero a los 4 días de ingresar yo en ella, era destinado por conducto mío al Cuerpo de Tren de la 32 división donde se le destinaba como chofer del Comisario de la misma, y el segundo fue nombrado por mi como ayudante de campo mío.

Diariamente la compañía, de la cual era yo su Comisario, junto con todo el resto del Batallón, salíamos ha hacer practicas de instrucción en orden cerrado y abierto, para de ésta forma ir preparando a los soldados a un concienzudo esfuerzo colectivo para que en el frente no fuere tan pesado su organismo.

Los días iban pasando rápidamente, cuando el día 27 de julio, a las siete de la noche, tres escuadrillas de aviones enemigos, enterado de las concentraciones de tropas que había en la capital, se presentaron de improviso y empezaron a descargar su mortífera carga de bombas.

Aquellos momentos fueron de una angustia, de un pánico tan horrendo que solo el enumerarlo aquí mi horroriza, la población civil de Tarragona nunca había sufrido ningún bombardero, aquel fue el primero y su balance fue algo desastroso: 21 soldados, 15 paisanos y 2 jefes resultaron muertos, mas de 80 entre soldados, y paisanos resultaron con heridas de consideración, afortunadamente para mi y a pesar de encontrarme en plena ciudad conduciendo un soldado de mi compañía al hospital, no tuve que lamentar ni el más rasguño, la Providencia estaba de mi parte.

Amparándome en la amistad, que tenia con el Comisario de mi Brigada, disfruté de 2 días de permiso, los cuales pasaron como minutos, ya que pude pasarlos en compañía de mis esposa y padres, más a mi regreso, ya la Brigada había recibido la orden de salir para el frente.
Francesc Roca Matamoros
Huetamo, Michoacán, 22 de marzo de 1940

divendres, 18 de març del 2011

Cargo de Comisario de Guerra de Compañia

Mi nombramiento, representaba el ser traslado de unidad, y el mismo día de mi nombramiento salía en dirección a la capital de Tarragona donde se encontraba acantonada la unidad donde había sido designado. Era ésta unidad la 140 brigada mixta, perteneciente también a la 32 división, y cuyo jefe era el Teniente Coronel Humberto Gil Cabrera. Por el nombramiento que había recibido, tuve que presentarme al Comisario de mi Brigada que era Luís Deltell Vernal y cumplido éste requisito fui destinado a la 3ª Compañía del 2º Batallón de la misma brigada. Quizás fuera necesario explicar detalladamente cual era la misión del Comisario de Guerra en la lucha, pero para no ser pesado en mi informe me limitaré a explicar en grandes rasgos la misión principal que tenía asignado.


Había cuatro categorías de Comisarios de Guerra, distribuido de la siguiente manera: Comisario de Compañía, Comisario de Batallón, Comisario de Brigada y Comisario de División. El Comisario de Compañía estaba asimilado a Capitán, el de Batallón a Comandante, el de Brigada a Teniente Coronel y el de División a Coronel. Sus órdenes eran cumplidas y ejecutadas por los soldados y oficiales inferiores de la misma manera que si fueran dadas por sus jefes superiores, tenían los mismos atributos y honores militares que aquellos a cuya categoría estaban asimilados y en caso de cometer faltas militares estaban sujetos al Código Militar, con todas sus consecuencias. La labor del comisario de Guerra tenía muchas más aplicaciones que la de los jefes militares, puesto que éstos solo se limitaba a lo estrictamente militar mientras que los comisarios no solo podían hacerse cargo de la fuerza en caso de morir en combate su asimilado militar sino que tenía la obligación de conocer en todo momento el estado moral y material de la fuerza, llevar una completa administración de la misma, leer y hacer cumplir sin reservas de ninguna clase las órdenes dictadas por lo superiores inmediatos, procurar que el soldado en todo momento tuviera todo lo necesario para que vida en trinchera fura lo menos pesada posible, organizar Hogares del Soldado, donde estuvieran incluidos en él bibliotecas, juegos de damas, dominós, parchises y varios juegos más de tino moral, organizar en ellos conferencias culturares y científicas, así como también obligar a los oficiales de sus respectivas unidades a dar conferencias de tipo militar para que el soldado en todo momento supera lo que tenía que hacer y la manera de poder entrar con garantías de éxito al combate. En fin, era el comisario el alma de ejercito, pero desgraciadamente no todos los comisaros cumplían con su deber, y en varias de las ocasiones el comisario fue motivo de que no se llevaran a la practica operaciones que hubieran sido de gran utilidad para la lucha que estábamos sosteniendo. No sé si mi actuación habrá sido como la de éstos comisarios que señalo, soy yo el menos indicado para hacer mi autocrítica, pero mis dos heridas sufridas en campaña y mi brillante hoja de servicios que conservo en mi poder, y el haber recibido en varias ocasiones felicitaciones que me llenan de orgullo por mi conducta intachable, son documentos suficientes para demostrar que siempre hice honor al cargo que se me otorgó.

Francesc Roca Matamoros
Huetamo, Michoacán, 15 de marzo de 1940