Mi nombramiento, representaba el ser traslado de unidad, y el mismo día de mi nombramiento salía en dirección a la capital de Tarragona donde se encontraba acantonada la unidad donde había sido designado. Era ésta unidad la 140 brigada mixta, perteneciente también a la 32 división, y cuyo jefe era el Teniente Coronel Humberto Gil Cabrera. Por el nombramiento que había recibido, tuve que presentarme al Comisario de mi Brigada que era Luís Deltell Vernal y cumplido éste requisito fui destinado a la 3ª Compañía del 2º Batallón de la misma brigada. Quizás fuera necesario explicar detalladamente cual era la misión del Comisario de Guerra en la lucha, pero para no ser pesado en mi informe me limitaré a explicar en grandes rasgos la misión principal que tenía asignado.
Había cuatro categorías de Comisarios de Guerra, distribuido de la siguiente manera: Comisario de Compañía, Comisario de Batallón, Comisario de Brigada y Comisario de División. El Comisario de Compañía estaba asimilado a Capitán, el de Batallón a Comandante, el de Brigada a Teniente Coronel y el de División a Coronel. Sus órdenes eran cumplidas y ejecutadas por los soldados y oficiales inferiores de la misma manera que si fueran dadas por sus jefes superiores, tenían los mismos atributos y honores militares que aquellos a cuya categoría estaban asimilados y en caso de cometer faltas militares estaban sujetos al Código Militar, con todas sus consecuencias. La labor del comisario de Guerra tenía muchas más aplicaciones que la de los jefes militares, puesto que éstos solo se limitaba a lo estrictamente militar mientras que los comisarios no solo podían hacerse cargo de la fuerza en caso de morir en combate su asimilado militar sino que tenía la obligación de conocer en todo momento el estado moral y material de la fuerza, llevar una completa administración de la misma, leer y hacer cumplir sin reservas de ninguna clase las órdenes dictadas por lo superiores inmediatos, procurar que el soldado en todo momento tuviera todo lo necesario para que vida en trinchera fura lo menos pesada posible, organizar Hogares del Soldado, donde estuvieran incluidos en él bibliotecas, juegos de damas, dominós, parchises y varios juegos más de tino moral, organizar en ellos conferencias culturares y científicas, así como también obligar a los oficiales de sus respectivas unidades a dar conferencias de tipo militar para que el soldado en todo momento supera lo que tenía que hacer y la manera de poder entrar con garantías de éxito al combate. En fin, era el comisario el alma de ejercito, pero desgraciadamente no todos los comisaros cumplían con su deber, y en varias de las ocasiones el comisario fue motivo de que no se llevaran a la practica operaciones que hubieran sido de gran utilidad para la lucha que estábamos sosteniendo. No sé si mi actuación habrá sido como la de éstos comisarios que señalo, soy yo el menos indicado para hacer mi autocrítica, pero mis dos heridas sufridas en campaña y mi brillante hoja de servicios que conservo en mi poder, y el haber recibido en varias ocasiones felicitaciones que me llenan de orgullo por mi conducta intachable, son documentos suficientes para demostrar que siempre hice honor al cargo que se me otorgó.
Francesc Roca Matamoros
Huetamo, Michoacán, 15 de marzo de 1940