Gràcies a la familia Forcadell Gaona de Morelia (Michoacán-Mèxic): Núria, Pilar i Inés.

dissabte, 25 d’agost del 2012

Hospital de Manresa, Hospital o Clínica militar núm. 4


Angel Pestanya al Hospital de Manresa
En vista que la herida no fue importante fui traslalado al hospital de Manresa, pero no sin antes haber recibido una de mis más grandes impresiones que recibiré en mi vida. Me encontraba en la sala de espera cuando vi aparecer una camilla en la que tendido iba un pobre soldado, joven, pero su rostro solamente aparecía la mitad. La garganta y toda la laringe había sido destrozada por un trozo de metralla y la operación para unir la laringe que tenían que hacerle consistía en aplicarle un tubo de plata para unir la laringe y producir la respiración; a los 15 días me enteré que la operación había sido llevada a feliz término y el soldado se encontraba fuera de peligro, nunca en mi vida me había encontrado ante escenas tan horrorosas.

Cuando entré en el hospital nº 4 de Manresa, mi vista no podía abarcar todo lo que estaba viendo, cuadros verdaderamente dolorosos, muchachos con sus miembros mutilados, caras amargas en cuerpos jóvenes y por donde quiera imperaba el silencio y la tristeza. Parecía mentira que en lugares donde había tanta juventud existiera tanta tristeza, pero los horrores de la guerra son tan grandes que el corazón más fuerte se siente impotente para aguantar una situación de ésta naturaleza.

Manresa al 1936
 Me instalaron en una pieza donde solamente los heridos de poca importancia tenían cabida allí, y de esta forma mis compañeros me sirvieron de mucho puesto que la mayoría de ellos compartían como yo de un poco de alegría y humor por tener menos graves nuestras heridas. Sin embargo a nuestro lado en pabellón a parte, estaban aquellos más destrozados por la metralla, aquellos que la ciencia lo deja en manos del Todopoderoso para que el milagro surja y evite la muerte. Lamentos, quejidos dolorosos y amargos salían de aquella puerta y nuestros corazones se volvían chicos al oírlos, hijos de sin saberlo sus padres estaban combatiendo entre la vida y la muerte y sus últimos recuerdos, sus últimas palabras son para los seres queridos que no se volverán a ver nuca más, sin embargo dentro de este dolor, queda todavía un poco de energía, para maldecir y odiar a los que entablaron la cruel guerra. Para ellos no hay perdón, para ellos todas las maldiciones de miles y miles de cuerpos jóvenes que se alejaron en la plenitud de su vida por culpa de unos militares traidores. Tarde o temprano saldrán de ultratumba y con todo el rigor de la Ley aplicaran el castigo que se merecen los que allí los metieron. Dos días permanecí en Manresa y el día 9 de septiembre de 1938, era conducido al Hospital de Montserrat. 

Francesc Roca Matamoros
Huetamo, Michoacán, 4 de març de 1940

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