Momentos de verdadera emoción son aquellos en que inconciente uno, de los peligros de vas a correr, está contento y se anima, y disfruta de una verdadera alegría, porque sabe que va en busca de aventuras y sufrimientos los cuales solamente los ha vívido sentado en una butaca y a la luz de brillante lumbre hogareña.
Milicianos partiendo hacia el frente de Aragón |
Si la mayoría de los participantes en la guerra civil española hubieran sabido de antemano lo criminal y horrendo que ésta fue, estoy mas de convencido que miles de ellos primero se hubieran suicidado que no afrontar las mil vicisitudes que tiene que afrontar uno en cualquier guerra armada, pero el desconocer toda esta serie de cosas le obligan a uno a sentirse un héroe, cuando en realidad no es más que un pobre juguete de unos políticos sin escrúpulos.
Eran las 10 de la noche, cuando en un tren militar salía hacia el frente de Aragón toda mi brigada. Los momentos no podían ser de más animación pues por todas las estaciones del trayecto miles de personas salían a aclamarnos, familias que despedían a sus hijos, mujeres que lloraban la separación del marido, hermanas que despedían al hermano en un abrazo fraterna, quizás el último de la vida.
El tren se iba deslizando paulatinamente llevando encima miles de vidas jóvenes que tarde o temprano la muerte acabaría con la mitad de ellos en los fatídicos campos de batalla. Poco sabíamos nosotros el peligro que corríamos, pero la Patria, nuestro Gobierno, nos necesitaba y todo sacrificio era poco para salvarla. Llegamos el día 20 de julio a la población de Caspe, una de las poblaciones de la provincia de Zaragoza donde había sido teatro de sangrientas luchas. El convoy quedó allí parado por espacio de tres horas, hasta que una vez la máquina se aprovisionó de combustible, y seguimos nuevamente nuestra ruta marcada por el mando militar.
A las 10 de la noche del día siguiente de nuestra salida, llegamos a la Azaila, punto de destino, sitio donde los diferentes batallones de la Brigada se irían distribuyendo a los diferentes lugares marcados de antemano por el mando. El batallón mío se le asignó el pueblo de Sástago y allí estuvimos acantonados por espacio de dos días hasta que una orden superior ordenaba que todos los mandos tanto políticos como militares, hicieran entrega de sus tropas pertenecientes a la 140 Brigada Mixta y que se hicieran cargo de ellas los mandos de la 137 Brigada acantonada también en el mismo lugar, ordenando al mismo tiempo que todos los mandos de la 140 Brigada salieran inmediatamente para tarragona donde tendrían que organizar de nuevo otra vez la brigada con nuevo elementos llamados a filas por el Gobierno.
El día 27 de agosto salíamos de Sástago en dirección a Tarragona llegando a ésta capital el dia 28 a las 3 de la tarde, a mi Batallón se le asignó para organizarse el pueblo de Montblanc de la provincia de Tarragona y allí quedamos acantonados esperando la incorporación de los nuevos reclutas.
En Barcelona funcionaba la Escuela Superior de Comisarios de Guerra instalada en Sarriá, dicha escuela era para capacitar en arte militar a todos los comisarios nombrados por el Gobierno, donde se les enseñaba táctica militar, topografía, y varias cosas más.
No habiendo o todavía, pasado por ella, llegando a Montblanc, se me ordenó por el Comisario de mi Brigada, que me trasladara a Tarragona donde allí me extenderían el pasaporte para que me trasladara a la Escuela de Comisarios y de esta forma el día 1 de septiembre de 1937 llegaba a la capital catalana, donde tenia tiempo de poder estar con mis familiares hasta el día 2 que era cuando definitivamente entraba en la escuela.
Ocho días duraron los cursos los cuales fueron bastante provechosos para mi puesto que desconocía por completo el arte de la guerra, más a pesar del poco tiempo que en ella estuve, aproveché lo bastante para saber como tenía que portarme en combate y la manera de saber defender las tropas que se me habían asignado así como también la manera de defender una posición.
Regresé a Tarragona, donde allí se me asignaron dos días de permiso los cuales los pasé en compañía de mi familia, los cuales ya me creían en el frente de batalla, motivo por lo cual la alegría de mis familiares fue inmensa cuando me vieron junto a ellos. Pasados estos dos días regresé de nuevo a Montblanc, donde seguía allí mi batallón dispuesto ya marchar de nuevo cuando lo ordenara el mando pues ya todos sus cuadros habían sido organizados todos.
No tardó en llegar la orden esperada y el día 25 de septiembre salíamos de Monblanc en dirección a Tarragona, donde allí nos esperaban los demás batallones de la Brigada para marchar juntos hacía el frente de combate. Esta vez tenia que ser definitivamente.
En Barcelona funcionaba la Escuela Superior de Comisarios de Guerra instalada en Sarriá, dicha escuela era para capacitar en arte militar a todos los comisarios nombrados por el Gobierno, donde se les enseñaba táctica militar, topografía, y varias cosas más.
No habiendo o todavía, pasado por ella, llegando a Montblanc, se me ordenó por el Comisario de mi Brigada, que me trasladara a Tarragona donde allí me extenderían el pasaporte para que me trasladara a la Escuela de Comisarios y de esta forma el día 1 de septiembre de 1937 llegaba a la capital catalana, donde tenia tiempo de poder estar con mis familiares hasta el día 2 que era cuando definitivamente entraba en la escuela.
Ocho días duraron los cursos los cuales fueron bastante provechosos para mi puesto que desconocía por completo el arte de la guerra, más a pesar del poco tiempo que en ella estuve, aproveché lo bastante para saber como tenía que portarme en combate y la manera de saber defender las tropas que se me habían asignado así como también la manera de defender una posición.
Regresé a Tarragona, donde allí se me asignaron dos días de permiso los cuales los pasé en compañía de mi familia, los cuales ya me creían en el frente de batalla, motivo por lo cual la alegría de mis familiares fue inmensa cuando me vieron junto a ellos. Pasados estos dos días regresé de nuevo a Montblanc, donde seguía allí mi batallón dispuesto ya marchar de nuevo cuando lo ordenara el mando pues ya todos sus cuadros habían sido organizados todos.
No tardó en llegar la orden esperada y el día 25 de septiembre salíamos de Monblanc en dirección a Tarragona, donde allí nos esperaban los demás batallones de la Brigada para marchar juntos hacía el frente de combate. Esta vez tenia que ser definitivamente.
Francesc Roca Matamoros
Huetamo, Michoacán, 23 de marzo de 1940
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