En vista del fracaso se dió la orden de evacuar hasta La Sentiu, pueblo situado al norte de Bellcaire, donde allí quedaríamos en descanso mientras el servicio de recuperación, no enviara más soldados para cubrir las bajas que teníamos. Así ocurrió y quedamos allí acantonados.
Mientras tanto, en el sector de Zaragoza el enemigo iba avanzando con rapidez, Caspe, Bujaraloz, Azaila y muchos pueblos más habían caído en manos del enemigo y sus fuerzas iban bajando hacia Tortosa donde su punto de destino era llegar hasta el Mediterráneo y cortar las comunicaciones de la carretera general de Barcelona a Valencia.
En gran peligro amenazaba a mi familia que ignorando seguramente el avance enemigo no sabían que se les iba acercando el cerco y podrían quedar cercados en la parte nacionalista, pero ante la imposibilidad de abandonar yo mis fuerza, pues podrían declararme desertor ante el enemigo, me decidí a escribirles a mi señora y a mis padres informándoles del peligro que podrían correr y que sin pérdida de tiempo abandonaran el pueblo trasladándose a la capital de Cataluña. Pero la mala comunicación de la correspondencia y el estar el servicio en manos de gente miedosa hizo posible que estas cartas no llegaran a su destino. Solamente la providencia podría hacer posible el que fuera oída mi súplica.
Mientras tanto la ofensiva de una parte y de otra iba ganando terreno y nosotros, a pesar de poner todo nuestro esfuerzo para contener al enemigo, nos era completamente imposible, pues la superioridad de éste era tanta sobre nosotros que no podíamos más que retirarnos.
El día 13 apareció en la prensa que el enemigo había tomado Gandesa y que sus columnas iban bajando hacia Tortosa mientras que otra iba bajando por San Mateo y Morella, lo que me demostraba a mí que Ulldecona tardaría a caer muy pronto en manos del enemigo. No me equivoqué en mis números, y encontrándome en Bellcaire, población ya de la región catalana. Me enteré que el día 14 de abril de 1938, las fuerzas nacionalistas habían conseguido llegar al Mediterráneo y se habían apoderado de las poblaciones Vinaroz, Ulldecona, Alcanar y San Carlos de la Rápita, luchando en las proximidades de Amposta. ¿Qué había pasado con mi familia? ¿Habría salido del pueblo, o bien habría quedado en poder de las tropas nacionalistas?. Un vago temor me pasó por todo mi cuerpo, si el enemigo se enterara de que yo era comisario de guerra en las filas republicanas, estaba mas convencido que las represalias caerían sobre mi familia. Sabia que mis padres eran de tendencias moderadas y derechistas, pero no así mi señora que guiada por mi cariño simpatizaba con la República, aunque también era de tendencias moderadas y católica por demás. ¿Pero seria posible que estas personas inofensivas fueran castigadas por pertenecer yo al ejército de la República? Inmediatamente escribí dos cartas Barcelona para que me informaran si se encontraban allí o si sabían de su paradero pero todas las cartas que mis familiares de Barcelona me escribieron, todas contenían malas noticias para mí, pues toda mi familia se había quedado en el pueblo sin poder salir. Por mi mente se cruzaron malas pesadillas y en varios sueños llegué a ver como mis familiares eran víctimas de las más horribles venganzas por parte de elementos sin escrúpulos que ante la imposibilidad de no poderme capturar a mí se enseñoreaban con mi familia, pero varias veces llegué a tranquilizarme cuando me acordaba que la actuación de ellos estaba completamente al margen de la lucha civil, y así de esta forma esperé el momento oportuno de poder enterarme personalmente de lo que les pasó.
Francesc Roca Matamoros
Huetamo, Michoacán, 30 de abril de 1940
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