A las tres de la tarde, llegábamos a la retaguardia de las posiciones que por la noche teníamos que ocupar, y después de estar esperando allí el tiempo suficiente salíamos para las posiciones definitivas. Mi compañía tenía que ocupar cuatro posiciones distintas, tres de ellas estaban completamente aisladas unas de las otras y el aprovisionamiento de la gente, tenia que realizarse por la noche. El puesto de mando estaba en posición central donde por medio de teléfono comunicaba al resto de la fuerza las novedades del día. Una sección de ametralladoras al mando del teniente Picón, tenia agregada a mi unidad, la cual estaba compuesta de cuatro ametralladoras “máximas” y de una potencia sorprendente.
Con puntualidad llegamos para hacer el relevo de las fuerzas y la primera compañía que efectuó el relevo fue la mía. Marché con el comisario del batallón para hacer el relevo del resto de la fuerza pero la falta de práctica sobre el terreno que pisábamos hizo que nos metiéramos en campo enemigo, muestras sospechas tuvieron fundamento cuando los dos, pistola en mano, nos fuimos internando creyendo que íbamos en dirección a nuestras posiciones pero de pronto unas sombras nos obligaron a debernos, y tomar precauciones serias, hasta que por fin nos decidimos a dar el alto, quien vive… , y una voz enemiga nos respondió que Franco. Nuestras pistolas, como atendiendo a un mismo resorte dispararon a la vez, la sombra cayó al suelo y ante el peligro de que corríamos regresamos sobre nuestros pasos y de ésta manera, con trabajos, llegamos a nuestras posiciones. Era el primer momento de peligro de mi vida de combatiente. Por primera vez la santa providencia me había amparado.
A los tres días una orden nos indicaba que había sido tomada en consideración nuestra demanda de refuerzo y que tuviéramos preparada la compañía para ser relevada por un batallón de la 1
41 brigada mixta, o sea que lo que cubría una compañía iba se cubierto por un batallón. Faltaba gente, las unidades no estaban completas, miles de hombres habían salido de sus hogares pero miles de hombres tenían que salir más porque las unidades estaban sin gente y hacían falta para reponer a aquellos que ya llevaban meses de lucha.
Las nuevas posiciones que teníamos que ocupar se encontraban en las proximidades del pueblo de Tardienta, otra de las localidades que continuamente la artillería dejaba caer sobre ella sus pesadas y destructivas cargas mortíferas. A las 10 de la noche del día 24 de diciembre se efectuaba el relevo de las fuerzas, pero ésta vez tanto el capitán de la compañía como yo personalmente fuimos primero a ver en que sitio se encontraban y en que condiciones estaban para que de esta forma solo llegando las fuerzas y situándolas para evitar el meternos en terrenos desconocidos. Todo salió bien y el relevo se efectuó sin ninguna novedad.
El terreno que ocupábamos era muchísimo mas reducido que antes pues solamente era un kilómetro, o sea la distancia que media entre la línea férrea hasta el canal de irrigación que pasa por la localidad.
En este pequeño trozo de terreno teníamos emplazadas 8 máquina automáticas, o sea 5 ametralladoras y tres fusiles ametralladoras, así como también 2 morteros del 81 mm. Pues teniendo en cuenta que el terreno era completamente llano se sorprenderá el que el enemigo pudiera muy bien atacar con tanques ya que por ese terreno podían maniobrar con enorme facilidad. Mi unidad enlazaba por su flanco derecho con la 141 brigada mixta, y por el franco izquierdo con la 2ª compañía del mismo batallón. Una batería de
ametralladoras del 11,5 m. estaba emplazada a poca distancia de nuestra compañía.
La población de Tardienta, cuya capacidad de habitantes sería en tiempo normal, de 2.000 habitantes, se encontraba completamente abandonada. Desde principio de la guerra que el frente había quedado estabilizado allí y por consiguiente los ataques continuos del enemigo para apoderarse de la población, obligó al gobierno a abandonar a los habitantes, aquellos lugares que para ellos habían sido sagrados, peor ante el peligro constante de la bombas de aviación, de las granadas de artillería y de las balas de los fusiles alguna que otra vez, dio motivo a esta pobres gentes a recurrir a la ayuda de persona de otras localidades, para que los aceptaran como en calidad de refugiados.
Francesc Roca Matamoros
Huetamo, Michoacán, 11 de abril de 1940
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