Angel Pestanya al Hospital de Manresa |
En vista que la herida no fue importante fui
traslalado al hospital de Manresa, pero no sin antes haber recibido una de mis
más grandes impresiones que recibiré en mi vida. Me encontraba en la sala de
espera cuando vi aparecer una camilla en la que tendido iba un pobre soldado,
joven, pero su rostro solamente aparecía la mitad. La garganta y toda la laringe
había sido destrozada por un trozo de metralla y la operación para unir la
laringe que tenían que hacerle consistía en aplicarle un tubo de plata para
unir la laringe y producir la respiración; a los 15 días me enteré que la
operación había sido llevada a feliz término y el soldado se encontraba fuera
de peligro, nunca en mi vida me había encontrado ante escenas tan horrorosas.
Cuando entré en el hospital nº 4 de Manresa,
mi vista no podía abarcar todo lo que estaba viendo, cuadros verdaderamente
dolorosos, muchachos con sus miembros mutilados, caras amargas en cuerpos jóvenes
y por donde quiera imperaba el silencio y la tristeza. Parecía mentira que en
lugares donde había tanta juventud existiera tanta tristeza, pero los horrores
de la guerra son tan grandes que el corazón más fuerte se siente impotente para
aguantar una situación de ésta naturaleza.
Manresa al 1936 |
Me instalaron
en una pieza donde solamente los heridos de poca importancia tenían cabida allí,
y de esta forma mis compañeros me sirvieron de mucho puesto que la mayoría de
ellos compartían como yo de un poco de alegría y humor por tener menos graves nuestras
heridas. Sin embargo a nuestro lado en pabellón a parte, estaban aquellos más
destrozados por la metralla, aquellos que la ciencia lo deja en manos del Todopoderoso
para que el milagro surja y evite la muerte. Lamentos, quejidos dolorosos y
amargos salían de aquella puerta y nuestros corazones se volvían chicos al oírlos,
hijos de sin saberlo sus padres estaban combatiendo entre la vida y la muerte y
sus últimos recuerdos, sus últimas palabras son para los seres queridos que no
se volverán a ver nuca más, sin embargo dentro de este dolor, queda todavía un
poco de energía, para maldecir y odiar a los que entablaron la cruel guerra. Para
ellos no hay perdón, para ellos todas las maldiciones de miles y miles de
cuerpos jóvenes que se alejaron en la plenitud de su vida por culpa de unos
militares traidores. Tarde o temprano saldrán de ultratumba y con todo el rigor
de la Ley
aplicaran el castigo que se merecen los que allí los metieron. Dos días
permanecí en Manresa y el día 9 de septiembre de 1938, era conducido al
Hospital de Montserrat.
Francesc Roca Matamoros
Huetamo, Michoacán, 4 de març de 1940
Huetamo, Michoacán, 4 de març de 1940
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